domingo, 30 de enero de 2011

Los errores

"El único error real, es aquél del que no aprendemos nada"

John Powell (1834-1902)

sábado, 29 de enero de 2011

Frase

Saber y saberlo demostrar es valer dos veces.

lunes, 17 de enero de 2011

Diálogo

El dialogo es el mejor arte en una sociedad, sin el no existiria.

martes, 11 de enero de 2011

¿QUÉ ES REALMENTE SER POBRE?

Un padre económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre, lo llevó para que pasara un par de días en el monte con una familia campesina.
Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo. En el carro, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo
-¿Qué te pareció la experiencia?...
Buena, contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
-Y... ¿qué aprendiste?, insistió el padre...

El hijo contestó:
• Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín... y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos, berro y otras bellezas.
• Que nosotros importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín...mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna.
• Nuestro patio llega hasta la cerca...y el de ellos llega al horizonte.
• Que nosotros compramos nuestra comida;...ellos, siembran y cosechan la de ellos.
• Nosotros oímos CD's... Ellos escuchan una perpetua sinfonía de bimbines, chuíos, pericos, ranas, sapos cocorrones y otros animalitos....todo esto a veces dominado por la sonora saloma de un vecino que trabaja su monte.
• Nosotros cocinamos en estufa eléctrica...Ellos, todo lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña.
• Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas.... Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos.
• Nosotros vivimos 'conectados' al celular, a la computadora, al televisor...
Ellos, en cambio, están 'conectados' a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.

El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo...y entonces el hijo terminó:
- ¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!
Cada día estamos mas pobres de espíritu y de apreciación por la naturaleza que son las grandes obras de nuestro creador. Nos preocupamos por TENER, TENER, TENER Y MAS TENER en vez de preocuparnos por SER.

EL PARAGUAS

Me dirigía al centro de la ciudad. El aire pesado presagiaba lluvia. En silencio, me reprochaba no haber tomado un paraguas, conforme veía que las nubes opacaban el cielo. Daba la impresión de que de un momento a otro las nubes se abrirían de golpe soltando su carga; pero pasaron unos minutos y no se puso a llover. Anduve por aquí y por allá ocupada en mis asuntos, y luego me dirigí de vuelta a casa.

En el paso a nivel se me terminó la suerte. Mientras esperaba a que terminara de pasar el tren empezaron a caer goterones. Una señal luminosa anunciaba que serían tres los trenes. Tendría que quedarme cinco minutos en la lluvia. Los que me rodeaban se refugiaron bajo sus paraguas.

«Típico», pensé. Resolví no dejar que me afectara, porque no era la primera vez que me sucedía. No necesariamente en las mismas circunstancias, pero igual de desprevenida. En cada una de esas ocasiones puse una fachada de suma indiferencia a las miradas ajenas, y ahora, a la lluvia, como diciendo: «Pues sí; ¡me gusta mojarme!» Tal vez la próxima vez me pondría un letrero.

Una señora de edad mediana se acercó y se quedó parada a mi lado. No tenía nada de particular, y me habría pasado desapercibida si no hubiera sido por lo que pasó a continuación. Mientras estaba junto a mí, sostuvo en silencio el paraguas sobre las dos. Sorprendida, abandoné mi fingida indiferencia al mal tiempo y le di las gracias efusivamente. Me sonrió sin pronunciar palabra. No supe qué más decir. Pero mientras esperábamos, me di cuenta de que no tenía que decir nada. La señora era una de esas personas que no se lo piensan dos veces para hacer una buena acción. Cruzamos juntas las vías, y nos fuimos cada una por nuestro lado.

Ha pasado el tiempo y he tenido oportunidades de elegir entre auxiliar a los demás y dejar que pase la oportunidad de manifestarles el amor de Dios, como cuando me ayudó aquella señora. Por ejemplo, ofrecer mi asiento en el tren. Ayudar a una madre a subir el cochecito de su bebé al piso de arriba. Pequeños detalles. Y cuando me ha tentado la idea de que no tiene caso ser amable con extraños, he encontrado un buen motivo en el recuerdo de la amable señora que compartió su paraguas conmigo.

Algo más importante: he comprobado que cada paso, acto y palabra, por pequeños que parezcan, pueden descubrir un mundo de bondad para quienes me rodean. ¿No lo parece? ¿Qué diferencia haría? Pues bien, estoy segura de que aquella señora olvidó hace mucho el gesto amable que tuvo años atrás con una chiquilla que se mojaba. El recuerdo se le quedó perdido entre los muchos actos de bondad que sin duda realizó desde entonces. Pero yo jamás lo olvidaré.

Pensadlo

Never a mistake always a lesson
(Nunca un error siempre una lección)

lunes, 10 de enero de 2011

El misterio del elefante

A mi me gusta mucho esta historia. No cuenta mas que la verdad. Puede ser muy larga a primera vista pero merece la pena leerlo y pararse a pensar un rato. Cuando era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran sus animales.
También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal...
pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?.
¿Por qué no huye?
Cuando tenia cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes.
Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante.
Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
-Si está amaestrado... ¿Por qué lo encadenan?.
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse.
Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso no escapa porque:
CREE QUE NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante:
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

El verdadero valor del anillo

Aqui os dejo una historia para reflexionar, espero que os sirva.

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe, bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo le dijo: -Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... – y haciendo una larga pausa agregó - si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E...encantado, maestro -titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien - asintió el maestro. Se quitó el anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó - toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.
Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que pasaba por el mercado – más de cien personas – y abatido por su fracaso, montó su caballo y regreso.
Cuanto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.
- Maestro - dijo - lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo – contestó sonriente el maestro – debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego dijo: - Dile al maestro muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿¿58 monedas??! - exclamó el joven.
-sí - replicó el joyero - yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate - dijo el maestro después de escucharlo - Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, solo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

domingo, 9 de enero de 2011

Pitágoras

"Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres"